Como todos los años, la Organización Internacional del Trabajo, OIT, convoca este 28 de abril el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Y lo hace en esta ocasión animando a reflexionar acerca del impacto que sobre tales realidades pueda tener el futuro imaginable, bajo el eslogan: «Un futuro del trabajo seguro y saludable». Con este motivo ha publicado el informe Seguridad y salud en el centro del futuro del trabajo, en el que repasa las principales acciones desarrolladas en esta materia en los 100 años de vida que cumple este año la institución y hace propuestas para adaptar esa tarea a los cambios que ya se dejan ver.
Son tantas, tan rápidas y de tal envergadura las transformaciones que se están dando en el mundo del trabajo que hasta resulta atrevido tratar de imaginar cómo será en un futuro próximo y cómo afectará a la salud y la seguridad en las empresas. Precariado, industria 4.0, inteligencia artificial, robotización… De seguir algunas voces, estaríamos a las puertas de una situación que hace solo una década era inimaginable: unas plantillas (?) reducidas y formadas por especialistas (llámense knowmads o como se acaben denominando), funcionariado más o menos ajustado y una gran parte de la población que sería, a efectos laborales, innecesaria, inempleable, y para la que se habilitaría una renta vitalicia que permitiera cubrir las necesidades más básicas. Otras voces, como la de Steven Pinker, plantean, sin embargo, que podríamos entrar (incluso estar ya) en el mejor de los mundos imaginables, con posibilidades inéditas en todos los campos, incluida la innovación, el emprendimiento y el bienestar.
Sea de uno u otro modo, o aun de otras formas que ahora ni siquiera podemos atisbar, de lo que sí podemos estar seguros es de que en el futuro de la empresa van a ser cada vez más necesarias las destrezas que en el mundo del management se conocen como «habilidades blandas», y que a nosotros nos gusta más denominar habilidades para la vida. Habilidades como las que venimos promoviendo desde hace años con propuestas como la que presentamos en el folleto Riesgos psicosociales en el entorno laboral, del que podemos extractar, a modo de ejemplos, las siguientes herramientas:
Hablamos de habilidades para pensar de manera innovadora y efectiva, como el pensamiento creativo y el pensamiento crítico; habilidades para desarrollar la inteligencia emocional, como la empatía o el manejo de emociones, claves insustituibles ya en el mundo laboral de hoy; habilidades para relacionarse y trabajar en equipo estableciendo sinergias enriquecedoras entre talentos y talantes. Habilidades que ayuden, en fin, a disfrutar del trabajo bien hecho, trabajando a la vez para humanizar contextos y cuestionar condiciones laborales que no tengan a las personas en su centro.
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