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Entrevista a Fernando Martínez González. Director técnico del Comisionado para la Droga de Castilla y León.

Fernando Martínez es para nosotros un referente valioso en el campo de la prevención universal de las adicciones. Ahora que se jubila, no queríamos dejar pasar la oportunidad de conocer su valoración de la situación actual de los consumos de drogas y de la propia prevención.

¿Podrías presentar brevemente tu trayectoria profesional?

Llevo más de 36 años vinculado profesionalmente al campo de las adicciones. Actualmente soy el director técnico del Comisionado para la droga de Castilla y León. Empecé como técnico del servicio de salud mental de la Consejería de Sanidad y a lo largo de estos años he ido desempeñando distintos puestos de mayor responsabilidad hasta el actual en la Gerencia de Servicios Sociales.

En estas más de tres décadas he podido ver en primera persona cómo evolucionaba el Plan nacional y sobre todo el Plan sobre adicciones de Castilla y León.

Junto al equipo del Comisionado, me ocupo de la planificación, organización, coordinación, impulso y evaluación de las actuaciones preventivas y asistenciales que se llevan a cabo en la Comunidad Autónoma a través de programas, centros y servicios específicos acreditados. También es cometido nuestro gestionar los sistemas de información del Plan autonómico sobre adicciones.

¿Cómo ves la situación actual del fenómeno de las adicciones?

El fenómeno de las adicciones es muy dinámico y no ha dejado de evolucionar desde finales de la década de los 70 del pasado siglo. Ahora la heroína y los problemas orgánicos asociados a la adicción son menos importantes que en el pasado. El perfil de la persona adicta que es atendida en los centros asistenciales es ahora mucho más variado y la patología dual es más relevante. También hay una preocupación creciente por las adicciones sin sustancia: juego patológico, adicción a los videojuegos y uso problemático de las pantallas por las oportunidades que ofrecen las tecnologías de la información y comunicación.

Pero a pesar de este dinamismo, no debemos olvidar que hay sustancias que se mantienen con unos consumos muy extendidos, como son el alcohol, el tabaco y el cannabis, y a las que deberíamos prestar una atención preferente por los importantes daños personales y sociales que ocasionan.

¿Cuál te parece que es “el estado del arte” en prevención?

La denominada ciencia de la prevención está proporcionando una ingente cantidad de conocimientos etiológicos, teóricos y metodológicos que hacen posible una toma de decisiones basada en la evidencia científica. No obstante, es frecuente que en general este conocimiento “académico” no llegue o no se tenga suficientemente en cuenta a la hora de llevar a la práctica las actuaciones preventivas. Creo que se ha progresado, pero no suficientemente, y el ritmo con el que se avanza hacia la prevención de calidad con aval científico es lento por decirlo suavemente.

Si me baso en mi experiencia más directa en la Comunidad de Castilla y León, que es la que conozco mejor, soy optimista. Es posible avanzar en una buena formación de los profesionales que llevan a cabo las actuaciones preventivas, contar con un menú amplio de programas de entrenamiento en habilidades basados en la evidencia a nivel universal, selectivo e indicado y aplicarlos con fidelidad. También es posible mantener la acción preventiva en red, incorporando nuevas actuaciones, durante más de 25 años en los principales espacios de socialización de menores y jóvenes.

En Castilla y León, por ejemplo, aplicamos tres programas de prevención escolar universal: Discover, desde el curso 1996-1997, Construyendo salud, desde el curso 1997-1998 y Unplugged, desde el curso 2015-2016. También aplicamos a nivel selectivo el programa Galilei desde el curso 2007-2008. Más de 378.000 estudiantes de 10 a 16 años han participado en estos programas durante este tiempo. A nivel familiar, aplicamos el programa de prevención universal Moneo desde 2004, los programas selectivos Dédalo y Alfil desde 2003 y hemos completado en 2016 la oferta de programas de prevención familiar indicada en todas las provincias de la Comunidad Autónoma, que se inició en 2004. En todos estos programas de prevención familiar han participado más de 41.800 familias durante estos años.

Sin embargo, creo que todavía queda trabajo por hacer para mejorar la cobertura de las acciones preventivas, impulsar la prevención ambiental y también para enmarcar estos programas de calidad dentro de actuaciones más integrales de base comunitaria.

¿Cómo valoras la importancia creciente que se está concediendo a la evidencia científica y al desarrollo de buenas prácticas?

Creo que es esencial. Deberíamos desterrar las acciones preventivas basadas en las “creencias” y sustituirlas por las que están basadas en la evidencia, y hacerlo de modo decidido acelerando el paso. Sin embargo, lamentablemente, la prevención basada en la ciencia es todavía una acción de “culto” reducida a un número reducido de entidades y profesionales.

Hacer prevención sin soporte científico no sólo es un fraude que crea la falsa creencia en los ciudadanos de que están protegidos frente a los trastornos adictivos, también tiene un impacto de “tierra quemada” para las actuaciones preventivas de calidad, que requieren de mayor esfuerzo y compromiso individual y colectivo.

Haciendo un ejercicio de prospectiva, ¿cómo imaginas la situación de la prevención en la próxima década?

Como he dicho antes quiero ser optimista y pensar que la prevención de calidad va a seguir abriéndose paso, aunque es posible que sea necesaria más de una década para apreciar mejoras sustanciales.

Pero no me gustaría ser ingenuo. Veo amenazas. El riesgo de retrocesos y la vuelta a actuaciones puntuales de mayor notoriedad, pero sin efecto preventivo demostrado. La banalización de ciertos consumos, como el de cannabis, y la presión para hacer más accesible su uso con los negativos efectos que ya conocemos con sustancias legales como el alcohol o el tabaco. El discurso de que la prevención no es efectiva y que hay que apostar por políticas de reducción del riesgo, o que lo nuevo, como las adicciones sin sustancia, que sin duda requieren una respuesta preventiva de calidad basada en un mejor conocimiento científico, desplacen la atención sobre la prevención de los consumos de sustancias, sobre todo de las más prevalentes, que están lejos de estar controlados.


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