Las personas estamos hechas no sólo de huesos, músculos, sangre y piel. También estamos hechas de cuentos. En toda institución de salud debería existir un banco de cuentos. En las casas, a la hora de las comidas, deberíamos recibir nuestro plato de cuentos. En la escuela, aprenderíamos más con cuentos.
Mario Kaplún, lo dijo: “siempre es mejor contar que explicar”. Con un cuento podemos imaginar, podemos relacionar, podemos comentar con otras personas. Eso es lo que queremos con estas historias: conversar un rato. Que las voces de los niños y las niñas puedan ser escuchadas y escapen de sus bocas acompañadas de sonrisas.
Por ello, cuando EDEX pensó en crear un programa de educación para la salud que complementara y ampliara el alcance de La aventura de la vida, quiso que también pivotara sobre historias de la vida cotidiana de niñas y niños. Además, como habría de llegar a amplias audiencias, decidió que tuviera el formato de serie radiofónica, y encontró en los profesionales colombianos Gladys Herrera Patiño e Iván Darío Chahín Pinzón la experiencia en comunicación educativa, y en la Agencia Sueca de Cooperación Internacional al Desarrollo la ayuda económica necesaria para alumbrar Cuentos para conversar.
Cuentos para conversar contiene una canción y 44 historias de una duración máxima de tres minutos cada una. Se presentan en dos CD, titulados Cuentos para crecer y Cuentos para seguir creciendo, respectivamente.
Son cinco los personajes que narran estos cuentos, los mismos que protagonizan el programa La aventura de la vida. Tienen en torno a diez años. Marta es olvidadiza y dulce. Yolanda es ciega, pero ve más que cualquiera de sus amigos. Sergio se ríe con facilidad, es tranquilo y come todo el tiempo. Javier, hermano de Yolanda, es deportista, y siempre tiene un balón entre las manos. Y Héctor, el perfecto hermano de Sergio, conocido por pretender tener todo bajo control.
Cada persona somos responsables de nuestro propio bienestar. Este es el primer cuento posible para no olvidar. Para contarlo mejor, las 22 historias que contiene Cuentos para crecer han sido agrupadas en tres bloques, obedeciendo a una comprensión de la salud como la relación gratificante que una persona mantiene consigo misma, con las otras personas y con el medio ambiente.
. Cuento conmigo: Nuestro yo, nuestro cuerpo, nuestro ser, necesita contar, antes que nada, con nosotros mismos. Una persona saludable es aquella que se quiere a sí misma, que se respeta y es libre para decidir lo que más le conviene.
En este primer bloque encontrará las historias que los protagonistas comparten acerca de lo que ellos han hecho por sí mismos para buscar su propio bienestar.
. Cuento contigo: ¿Cómo sería nuestra vida en soledad, sin las otras personas? Son ellas las que nos dan la posibilidad (o nos la quitan) de crecer y de ser cada día mejores personas.
Este segundo bloque contiene las historias que los protagonistas narran sobre lo que otras personas han hecho para ayudarles a encontrar su propio bienestar.
. Cuenta conmigo: En igual sentido, una persona saludable es aquella que quiere, respeta y convive armónicamente con las demás y se relaciona equilibradamente con su medio ambiente.Por eso, en este tercer bloque aparecen todos esos cuentos en los que los protagonistas relatan cómo ellos han ayudado a otras personas y al ambiente que les rodea a buscar su propio bienestar.
Hay circunstancias que ponen a prueba nuestra salud. En esta ocasión hemos escogido dos: las crisis y los contagios. Saber salir sanos y salvos de momentos y situaciones difíciles es un síntoma de buena salud. Son vitaminas para seguir creciendo como seres humanos.
Esta segunda entrega, que titulamos Cuentos para seguir creciendo, contiene otras 22 historias diferentes, organizadas de la siguiente manera:
. Cuentos balanceados: En la vida no siempre nos sale todo bien, ni todo ha de salirnos mal. Aprender a equilibrar esta balanza es un síntoma de buena salud. En este bloque, el grupo de amigos comparte con nosotros algunos de esos momentos difíciles de sus vidas.
. Cuentos contagiosos: Muchas de las cosas que aprendemos en la vida nadie nos las enseña, y sin embargo, las aprendemos. En este bloque de cuentos, los protagonistas narran cómo han influido en ellos los ejemplos que reciben de ciertas personas, en determinados ámbitos.
Desde que EDEX realizara la producción radiofónica, la serie ha tenido diferentes énfasis y múltiples desarrollos, tanto en el soporte audio, como en el formato de dibujo animado. Si bien en la mayor parte de las ocasiones ha servido de apoyo a programas de Educación para la salud, en otras, Cuentos para conversar ha alimentado iniciativas sobre Derechos de la infancia, Educación para la ciudadanía, Educación afectivo sexual o Equidad de género, adecuando su formato y acompañándolas de las correspondientes Guías de uso.
Ello ha posibilitado amplios impactos en los ámbitos familiar, escolar y comunitario, en no pocas ocasiones en alianza con organizaciones sociales y gobiernos. En el caso de la serie radiofónica, por ejemplo, es destacable el convenio suscrito con la Asociación Mundial de Radios Comunitarias para su emisión en más de 500 radios, en 15 países. En lo referente a la serie para televisión, en la actualidad (febrero de 2016) se emite en México, gracias al acuerdo alcanzado con Radio y Televisión Querétaro, como en otras ocasiones lo fuera en Costa Rica, Colombia, Uruguay y numerosas televisiones españolas. Finalmente, son miles las aulas escolares que cuentan con la serie entre sus recursos didácticos, y cientos de miles las personas que participan de la misma a través del sitio web.
Ello ha venido facilitado, en buena medida, por el esfuerzo realizado por Fundación EDEX para flexibilizar los formatos y para ponerla a disposición en múltiples lenguas: español (versiones para Colombia y España), euskera, català, galego, valencià y portugués.
Cada nueva experiencia de trabajo grupal nos reitera que el camino de aprender Habilidades para la Vida se recorre a paso lento y sin un punto de destino determinado. La lentitud aparece por no tratarse de un aprendizaje inmediato y al estilo del salto con pértiga, de un solo brinco. Además, cada día nuestro GPS personal y social se va encontrando con novedades que nos hacen cambiar de ruta, reorganizar los planes y, siempre, ir respondiendo en presente a los desafíos de la vida diaria.
Esa fue la vivencia de la semana anterior en el Cantón de Curridabat, Costa Rica. Allí estuvo EDEX, por invitación de las ocho organizaciones que promueven el proyecto de prevención de violencias en la vida de la gente joven del cantón: Ministerio de Salud de Costa Rica, Ministerio de Educación Pública, Caja Costarricense de Seguro Social, Instituto Nacional de las mujeres, Municipalidad de Curridabat, La Fundación PANIAMOR, y la Organización Panamericana de la Salud, con el apoyo de Open Society Foundation.
Trabajamos dos días con jóvenes y tres días con las personas adultas que les acompañan en su proceso de formación en el colegio, en los centros culturales y en las organizaciones de la zona. Durante la semana caminamos paso a paso, pensando, sintiendo, actuando. Se exploró dentro de cada persona y también en el contexto en donde se vive, jugando y analizando críticamente, buscando que la semana se pareciera a la forma en que siempre las personas hemos aprendido estas habilidades, es decir socializando.
Y lo cierto es que lo logramos. Los escritos de cada persona, las palabras compartidas, los hechos colectivos de solidaridad y reflexión, entre otros, mostraron que juntos podemos aprender habilidades con intención de transformar los contextos injustos e inequitativos en los que nos desenvolvemos, las violencias que hemos normalizado, los roles que hemos aprendido según seamos hombres o mujeres.
Mientras que el taller se iba desarrollando, al fondo del salón se gestaba una sorpresa. Allí estaba instalada el área de refrigerios y almuerzos. Cada vez que disponía de un tiempo, la mujer que tenía aquello a su cargo se sentaba y escuchaba en silencio, observaba con cuidado, pensaba, asentía, celebraba, hasta que no se aguantó más y al cerrar la sesión del jueves me dijo: “si esto lo hubiera vivido hace 20 años, no hubiera permitido lo que pasó en mi matrimonio”.
Luego, ella contó de la aceptación con que asumió el mal trato de parte de su marido, su infidelidad y descaro, las palabras con que le hacía sentir que era una mala persona, que no le merecía… Todo fue aceptado con culpa, porque sentía que no lograba ser la mujer que le pedían. Hasta que hace un año él se marchó y ella quedó deprimida, sintiendo que no tenía cómo seguir viviendo después de haber defraudado a su esposo, de no haber podido ser mujer y esposa de la forma en que la enseñaron. Sus hijas, ya mayores, lograron cubrirla de fuerza y afecto, la sacaron de la cama, le ofrecieron confianza y así, poco a poco, se pudo desprender de esa relación de más de 20 años.
A lo largo del taller observó a las personas jóvenes y adultas aprendiendo a conocerse, a fijar límites en las relaciones, a expresar afecto, a dudar de la violencia y el sufrimiento como destino, dispuestas a emprender juntas cambios que permitan establecer mejores relaciones, más equidad y, sobre todo, derechos. Le pedí que me dejara grabar sus palabras y algunas de ellas se pueden escuchar acá: [youtube]http://youtu.be/X4FhSIgJXCo[/youtube]
Fue una grata sorpresa saber que esta mujer estuvo caminando con nosotros en el aprendizaje. Nos hizo notar que las habilidades tienen poder de contagio, que cuando una persona ve a otra que ha emprendido el reto de fortalecer sus habilidades, siente deseos de sumarse, que cuando aparece un cambio en el contexto a manera de oportunidad para expresarnos, para conocernos, se acepta con gusto, se responde positivamente a la invitación de caminar juntos y transformar aquello que impide que cada ser florezca en plenitud.
En Curridabat, Costa Rica, hay ahora un colectivo juvenil, un colectivo docente y un colectivo institucional (y una emprendedora mujer que atiende eventos), dispuestos a contagiar límites a la violencia, a propagar la equidad en las relaciones, la creatividad para relacionarnos sin prejuicios, comprendiendo que el reto no es tener privilegios sino derechos. Intuyo que ese contagio producirá pequeños cambios en el contexto que irán poniendo en duda las formas en que nos violentamos e invitando a relacionarnos en forma asertiva. Bienvenidos tales contagios, nos faltan con urgencia.