¿Cómo regresaré a casa? Esta pregunta brota del interior de PK, un extraterrestre a quien, recién aterriza en la Tierra, le roban un llamativo collar que contiene el control con el que podrá regresar a su planeta. Alguien le aconseja ir hasta Delhi, a miles de kilómetros, donde seguramente podrán pagar al ladrón por esta joya. Allí pide ayuda a un policía para recuperar su collar, quien al enterarse de que el robo ha sucedido en un poblado lejano le dice: somos humanos, no dioses. A partir de esa escena se desata la trama de esta película de la India.
En busca de dios
PK comienza a recorrer las calles de Delhi en busca de dioses. Cada pregunta obtiene respuestas similares, al estilo de “sólo dios puede ayudarte”; “entrégate a dios y tendrás éxito”; “solo dios lo sabe todo”. En su planeta no existe nada así y su asombro aumenta cuando descubre que alguien vende imágenes de dioses en una calle: – Necesito un dios para llevar; – ¿De qué precio? Hay de 20, 50, 100, 500; – ¿Qué diferencia hay entre el dios de 20 y el de 500? – Solo el tamaño, lo demás es igual.
Con dios materializado en una estatua, PK decide ponerlo a prueba pidiéndole comida. Tiene hambre. Mientras espera a que le llegue el alimento, extiende sus manos, sentado en el suelo, en la calle, con sus ojos cerrados. Alguien que pasa por allí pone un pan en sus manos y PK confirma la efectividad de esta imagen de dios, con lo cual decide pasar a la petición más importante: – Dios, robaron mi control para volver a casa. Por favor, encuéntralo. Cierra sus ojos, extiende las manos y nada. Esta vez no funciona. Cree entonces que se le ha acabado la batería a la estatua que ha comprado y regresa a reclamarle al vendedor:
– No hago cosas imperfectas; – ¿Cómo así? ¿Usted hizo a dios o dios lo hizo a usted?; – Nos hizo a todos, yo solo hago sus estatuas; – ¿Por qué las estatuas? – Para adorarlo, para expresar nuestros problemas; – ¿Tiene un transmisor por dentro? ¿Cómo puede oírnos?; – Dios no necesita un transmisor. Oye directamente; – ¿Y por qué la estatua? – ¿Qué le pasa? ¿Quiere arruinar mi negocio? ¿Tiene algún problema? – Me robaron mi control, señor, le pido a dios que lo encuentre pero no responde; – ¡¡¡¿Qué dice? ¿Está borracho?!!!
¿Ebrio?
Sus inusuales preguntas, su particular manera de relacionar la información que va obteniendo, su deseo de comprender cómo funciona todo en este planeta, tan diferente al suyo y su apariencia en general, hacen que todos le llamen Peekay (PK), que en hindi significa borracho. Estas dos letras dan nombre a este film indio que en el 2015, año de su estreno, fue la película más taquillera de la historia en ese país. Los escándalos, polémicas y prohibiciones que suscita, ayudan a aumentar el interés en ella.
Recurso pedagógico
Los extraterrestres como PK han sido recurrentes en el cine y en la pedagogía cuando queremos escarbar un poco para comprender costumbres, creencias, ideas que, a veces, no admiten cuestionamientos. Recuerdo mi primer taller de género, en Quito, en el que la facilitadora utilizaba un recurso similar: “¿cómo le ayudamos a comprender a un extraterrestre, que acaba de aterrizar en nuestro planeta, qué diferencia a un hombre de una mujer?” Así pone ese gran recurso pedagógico sobre la mesa (una pregunta abierta con extraterrestre incluido) y el grupo agrega la materia prima necesaria para contrastar, pensar y conversar. Los saberes, poco a poco, van siendo cuestionados en la medida en que cada persona se anima a lanzar su propio punto de vista. Un taller inolvidable.
Pregúntame lo que quieras
Niñas y niños, recién llegados a este mundo, son eso, extra-terrestres que todo lo quieren comprender. Migrantes que llegan a otras culturas, también lo son. Necesitan preguntar sin temor, como el novio o la novia en casa de su familia política o la persona recién contratada en la empresa. Con tanto extra-terrestre suelto (léase personas con deseos de comprender lo que les rodea) necesitamos más y más terrícolas que sepan decir, pregúntamelo todo, como lo hace PK con la periodista de este film.
Poco a poco ha de llegar ese día en que preguntar no sea leído como estar ebrio o loco, o como sinónimo de sabotaje o irrespeto, sino como ese intenso deseo de aprehender el mundo. Ese día la educación se saldrá de las instancias educativas y dejaremos de repetir y de obedecer tantas cosas que como loros repetimos, no solo con palabras sino también con comportamientos. Este tipo de procesos son los que facilitamos en nuestros cursos cuando nos entrenamos en las habilidades para la vida, especialmente en el pensamiento o comportamiento crítico.